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lunes, 15 de noviembre de 2010

El ambiente y la paz mundial van de la mano

Si las barbas de tu vecino arden, lo natural es poner las tuyas en remojo
El ambiente y la paz mundial van de la mano

(*) Evelyn Pallotta

Cuando el equilibrio de explotación de los recursos naturales o de ocupación de la tierra se rompe, se generan tensiones entre las comunidades, los pueblos o los países, y en la medida en que este equilibrio se impacta con mayor fuerza, las consecuencias son más agudas, detonando conflictos que pueden ser inmanejables llegando a las guerras.

En ocasión de la celebración del Día Internacional para la Prevención de la Explotación del Medio Ambiente en la Guerra y los Conflictos Armados, instaurado el 5 de noviembre del 2001 por la Asamblea General de la ONU, su secretario, el Sr. Ban Ki-Moon, advierte que la competencia por los recursos naturales mundiales es indiscutiblemente un generador de conflictos.  Nos recuerda que casi la mitad de la población mundial depende directamente de la explotación de los recursos naturales para su supervivencia diaria y como fuente de ingreso.

Por su parte, los efectos del cambio climático, que es igual a decir los desequilibrios ambientales ocasionados por la actividad humana, también pueden causar enfrentamientos. No nos cansamos de decir que en materia ambiental no hay fronteras, sólo existen en nuestras mentes; además, los grupos humanos responden a los embates ambientales sin fronteras bien sea para evadirlos o mitigarlos. Así los grandes grupos de desplazados por efectos de inundaciones, deslaves o grandes sequías, producto de la generación de gases de invernadero y el cambio climático, hoy día superan en número a los desplazados por asuntos políticos o económicos.

Escala de impactos

Los vemos a pequeña, media y grande escala; desde la perturbación de micro hábitats en una ciudad -pudiendo resultar afectadas 60 o 100 familias- hasta los grandes impactos en una región donde ni siquiera se puede cuantificar en número de víctimas. Si abrimos la prensa nacional cualquier día podemos contar con la seguridad de que siempre hay un incidente de esta naturaleza reportado. Actualmente, en Venezuela tenemos el ejemplo de 75 familias afectadas luego de 14 horas constantes de lluvia registradas en el Municipio Carirubana del Estado Falcón, y 20 familias incomunicadas en Los Taques, zona rural de la península de Paraguaná, también del Estado Falcón, por cierto, Mar de Leva incluido. Por otra parte, en el Estado Aragua se reportan 10 hectáreas de cosecha mixta pérdidas por las lluvias copiosas y varios kilómetros de vialidad poniendo en riesgo vidas humanas, seguridad alimentaria y economía de los habitantes de la localidad.

Más allá de nuestras fronteras, podemos contar que en Costa Rica hay un foco de tensión fronteriza con Nicaragua; y es en la Isla de Calero -reflejada en el mapa de Costa Rica como su isla más grande y también reflejada por Nicaragua como parte de su territorio-  donde se centra la atención mundial. El conflicto entre Costa Rica y Nicaragua se detona por el dragado del Río San Juan y la disposición del producto de dragado sobre la Isla de Calero, un asunto ambiental.

Igualmente se observan escalas de respuesta de grupos humanos ante los desequilibrios ambientales: tanto de  aquellos que aún deambulan sin lugar de arraigo después de muchos años transcurridos desde los macro eventos ambientales, como de otros que han logrado medio recomponerse, pero que siempre de una forma u otra están marcados por la experiencia vivida y por la oportunidad que algún país y su gente le dio para rehacer nueva vida; acción humana y política que cada día se encuentra más en período de extinción.

Cuantificación de los daños ambientales

Pierde el tiempo y está perdido quien quiere cuantificar sólo en términos económicos y financieros estas consecuencias. ¿Quién puede cuantificar económica-financieramente la pérdida de un ser humano o la pérdida de un ecosistema universal?, ciertamente el factor económico financiero, a pesar de que es el único que muchos ven, no es el más importante en la generalidad de los casos, ni es el único. La verdad es una conjunción de factores en un tiempo y en un espacio dado, y en términos ambientales cuando las manillas del reloj se mueven unos minutos, ya la realidad es completamente distinta.

El ambiente y la detonación de conflictos

Al menos 18 conflictos violentos han sucedido desde 1990 por la explotación de los recursos naturales y muchos países continúan afrontando retos de desarrollo relacionados con un uso no sustentable de los recursos naturales, la distribución de la riqueza natural y la distribución errónea de la riqueza en las poblaciones.

Los impactos ambientales y las tensiones relacionadas suelen conjugarse con factores humanos y detonar conflictos violentos. El programa de la Naciones Unidas para el Ambiente y el Desarrollo (UNEP) hace esfuerzos para desmontar detonantes de conflictos, capitaliza las necesidades compartidas para gerenciar los recursos naturales para la subsistencia y apunta a usar la cooperación ambiental para transformar los riesgos de conflictos existentes por los recursos en oportunidades para la paz en las llamadas sociedades guerra-ruptura. También apunta a la integración de eventos  de ambiente y recursos naturales con las políticas de construcción de la paz y las estrategias de las Naciones Unidas.

Por otra parte, los daños causados al ambiente cuando existen conflictos armados también son materia a considerar de forma metodológica, sistematizada y reglamentada; los daños suelen ser irreversibles y pueden perdurar en el tiempo pasando por diferentes generaciones, ganando territorios más allá de los límites geográficos del conflicto y comprometiendo el futuro de los pueblos más allá del momento en que cesan los conflictos en términos legales.

En los últimos años, un número creciente de gobiernos han pedido al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que lleve a cabo evaluaciones del medio ambiente posteriores a los conflictos y como consecuencia, actualmente, evalúan las repercusiones ambientales del conflicto en el Líbano, y otros colaboran estrechamente con los Gobiernos del Sudán e Iraq.

Las conclusiones preliminares reportadas en informes del PNUMA revelan que en el Sudán apuntan a una grave y extendida degradación del medio ambiente en gran parte del país, especialmente en relación con la desertificación y la deforestación. En Darfur, la degradación del medio ambiente, la competencia para hacerse con los recursos y el cambio climático regional son otras tantas causas principales de la inseguridad alimentaria y el conflicto.

Mientas que en el Iraq, el drenaje de las marismas del Delta del Eufrates/Tigris en los años 80 y 90 ofrece un ejemplo clásico de maniobra deliberada contra un ecosistema para alcanzar fines políticos y militares. El PNUMA está ayudando al Gobierno del Iraq a restablecer y ordenar las marismas -tipo de ecosistema-, y a rehabilitar el medio ambiente del país y su infraestructura.

Conciencia y acción

Hoy día es necesario adecuar la legislación internacional vigente en materia de conflictos y daños ambientales. Los Convenios de Ginebra toman en cuentan la destrucción deliberada de cultivos alimenticios, por ejemplo, pero hay un gran hueco en las legislaciones hacia tomar en cuenta daños deliberados o no a otros muchos factores ambientales. Koffi Annan (2002) se refirió a este tema diciendo: “Las convenciones internacionales gobiernan las armas nucleares, químicas y biológicas, pero las nuevas tecnologías, como municiones de uranio gastado, presentan amenazas aún desconocidas para el medio ambiente. La lección a que llegamos es que las guerras de hoy necesitan normas medioambientales, tal como las guerras pasadas destacaron la necesidad de regular el impacto de los conflictos en los civiles y los prisioneros de guerra”.
(*) Bióloga. Ecóloga. Especialista en análisis ambiental. Actualmente se desempeña como Directora General de Ecología y Ambiente del Estado Miranda.

MAS INFO:
http://buenasiembra.com.ar/ecologia/index.html

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