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jueves, 20 de mayo de 2010
EL HUERTO FAMILIAR y ECOLÓGICO
Cada día existen más evidencias del importante papel que desempeña la alimentación en los procesos de salud y enfermedad. Pero, al mismo tiempo, cada día que pasa resulta más difícil alimentarse correctamente y, sobre todo, consumir alimentos de calidad, sanos y sin restos de sustancias químicas tóxicas de las miles que se incorporan en los procesos de producción, almacenamiento, transformación o comercialización.
Las investigaciones más recientes resultan alarmistas al descubrir que muchos de los insecticidas habituales en la agricultura actual así como ciertos aditivos químicos de los alimentos o los plásticos de su envasado contienen porcentajes variables de sustancias químicas tóxicas potencialmente cancerígenas o, incluso, alteradoras del sistema hormonal -estrogénicas-. Con todo ello, no resultan extrañas las consecuencias más conocidas como la dramática disminución de la cantidad y calidad del esperma en los hombres occidentales durante los últimos cincuenta años o las estadísticas de que uno de cada tres ciudadanos americanos o uno de cada cuatro europeos padezca algún tipo de cáncer a lo largo de su vida.
Menos conocido es el hecho constatado de que las alteraciones estrogénicas y hormonales están dando pie a efectos tan diversos como que las niñas hayan adelantado significativamente la edad de su primera regla. Durante los años 40 en Estados Unidos la media de edad de la primera regla rondaba los 14 años; sin embargo, los últimos estudios estadísticos muestran que hoy el 40% de las niñas negras y más del 25% de las blancas tienen su primera regla a los 8 años o antes.
Existen pruebas evidentes de que los productos químico-sintéticos que fabricamos y consumimos por numerosas vías están desequilibrando la propia química corporal con efectos secundarios directos o por acumulación de pequeñas dosis a largo plazo.
Las más de 100.000 sustancias químicas de síntesis desarrolladas y empleadas desde principios de siglo y las más de 10.000 nuevas que se añaden cada año -de las que se desconoce casi todo sobre sus posibles efectos biológicos- hacen que estemos ingiriendo contaminantes químicos en el aire que respiramos, en el agua que bebemos, en los alimentos que comemos e, incluso, nos contaminemos por las prendas con las que nos cubrimos o por causa de los materiales de construcción, muebles, pinturas y decoración de la casa.
Sobre algunos de estos aspectos apenas podemos incidir aunque en lo referente a los materiales y a la decoración siempre tenemos la opción de elegir los menos tóxicos y las pinturas y acabados más sanos y ecológicos. Pero donde sí tenemos poder de decisión y posibilidades es en la elección de alimentos que compramos y consumimos ya que en los últimos años se ha incrementado la producción ecológica y hoy día, en la mayoría de ciudades, existen tiendas especializadas o cooperativas de consumidores de productos ecológicos con suficientes garantías de que no han sufrido manipulaciones genéticas y que están exentas de restos de pesticidas, abonos químicos o conservantes de dudosa inocuidad.
Quizás para algunas familias resulte difícil la obtención de alimentos de calidad ecológica dada la lejanía del lugar de adquisición o los precios algo más elevados que los de la agricultura convencional (la cual abarata los costes de producción mecanizando todos los procesos de cultivo y empleando dosis masivas de abonos químicos, plaguicidas y herbicidas para acortar los períodos de siembra a la cosecha y aumentar la producción con el mínimo de mano de obra).
Para estas familias y para todo el que disponga de un pequeño espacio cerca de su casa, jardín, parcela... la solución pasa por cultivar una parte de sus alimentos y el hacerlo de la forma más sana y ecológica que sea posible.
El huerto familiar ecológico es una opción que cada día gana más adeptos en todo el planeta y los beneficios que aporta a quienes se deciden a cultivar sus alimentos son innumerables. Desde la posibilidad de un mayor y estrecho contacto con la naturaleza, pasando por el hecho de romper con el nefasto y cotidiano sedentarismo y hacer ejercicio moderado, a obtener unos frutos de indudable calidad nutricional.
Con un pequeño espacio disponible de unos 25 o 30 metros cuadrados podemos cultivar la mayoría de verduras y hortalizas frescas que consumimos regularmente durante todo el año; a partir de 50 metros cuadrados incluso nos podemos proveer de patatas y algunas legumbres. Y con más de 100 metros cuadrados ya podemos cultivar algunos árboles frutales de fácil adaptación a nuestra región que complementen la dieta con fruta fresca, sana y rica en vitaminas dándonos la oportunidad de disfrutar del placer de comer una fruta cogida directamente del árbol. Experiencia poco común para los ciudadanos actuales.
Si no tenemos jardín o parcela a la que sacrificar una parte del estético pero ecológico césped tal vez podamos acceder a alguno de los huertos urbanos existentes o movilizarnos para habilitar alguna parcela abandonada o fuera de uso. Ya sea en solitario o mejor junto a otros vecinos deseosos de compartir la experiencia. Alicientes no han de faltarnos. Y si tenemos hijos es un buen lugar para compartir con ellos momentos entrañables.
Si lo que nos falta es información o experiencia podemos iniciarnos junto a otras personas con más experiencia o recurrir a la amplia bibliografía existente. Conviene visitar huertos familiares en distintos lugares e incluso asistir a algún cursillo de fin de semana que nos introduzca y anime a dar los primeros pasos.
Aunque lo que realmente enseña es la práctica: "Haciendo y deshaciendo se va aprendiendo", dicen en mi tierra.
Por eso os animamos a que os decidáis a dar los primeros pasos (si no lo estáis haciendo ya). Cuando degustéis los frutos de vuestra enriquecedora labor no será ya necesario que nadie os anime; apreciaréis la diferencia y seguiréis cultivando salud de forma ecológica y con renovadas ganas. ¡Ánimo! Y adelante con la nueva experiencia. Recordad que cada problema que aparece tiene una solución y si no, siempre es una magnífica oportunidad de aprender.
En caso de que necesitéis algún estímulo adicional podemos reseñar que en el estudio estadístico entre distintas profesiones llevado a cabo en 1993 en Suecia, evaluando la cantidad y calidad del semen en varones, se destaca que los únicos hombres que siguen manteniendo tasas altas y vitales de esperma similares a los de sus abuelos son los agricultores que se dedican al cultivo ecológico. Mientras que los más desvitalizados y con tasas alarmantemente bajas de esperma son los practicantes de la agricultura química convencional y los trabajadores de ciertas industrias químicas. ¡Toma nota!.
Mariano Bueno
Mas Info: http://buenasiembra.com.ar/ecologia/agricultura/huerta-organica-321.html
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