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sábado, 9 de abril de 2011

MEDICINA BIOENERGÉTICA y SINTERGETICA

MEDICINA BIOENERGÉTICA: ENTREVISTA AL DR. CARVAJAL


Presentamos una entrada especial. Se trata de una entrevista que realizó la Revista Discovery Salud hace ya unos años al maravilloso médico, el Dr. Carvajal. Es un especialista del conocimiento de la esencia humana. Se aproxima a ella desde la enfermedad y repara sus excesos y deficiencias utilizando la medicina energética. ¡Es intemporal!

¿Por qué un profesional de la práctica médica convencional como usted decide dedicarse a la medicina bioenergética?

Porque esta es en, nuestra cultura latina, una visión del mundo desde lo cotidiano, una actitud hacia la vida más que una técnica por la que se decide optar. Hay bioenergética en la magia cotidiana del sol que te calienta y que modifica los pulsos de la epífisis y la melatonina; en la mente, no ya fuera del cuerpo sino en cada célula; y en la integridad de la vida también hay bioenergética. Es bioenergética la atracción magnética que una persona con paz interior ejerce sobre otras.

En la conciencia, en la palabra, en la mirada, en la caricia, en la cascada de la evolución hay tanta información y tanta energía interactuando con la materia que la Bioenergética, más que una técnica o ciencia para escoger en lugar de otras, es como un orden subyacente o implícito en la corriente misma de la vida.

¿Cómo ve, en ese sentido, a la profesión médica actual, a sus colegas que practican la medicina convencional? ¿Cree que tardarán mucho tiempo los estamentos oficiales en admitir el tipo de terapias que usted practica?

El arte de sanar tiene miles de años. La profesión médica, en tanto que ciencia, es apenas una recién nacida. La Medicina es más arte que ciencia, tiene más de actitudes que de aptitudes, más de compromiso que de técnicas asépticas.

La Bioenergética no es una medicina alternativa pues incluye a la medicina convencional, la utiliza y la complementa con otras técnicas que, más que antagónicas, son complementarias.

Así como no sería hoy posible comprender la acupuntura y sus efectos sin echar mano de la neurociencia, no es posible hablar de conciencia sin referirnos al campo cuántico. La de hoy es una cultura de síntesis en la que la única mentira es la verdad absoluta o el dogma.

Ayer los biólogos buscaban en la Física la raíz de la conciencia y de la vida pero hoy, para muchos físicos de vanguardia, como para los antiguos rishis, la conciencia es el campo unificado.

Es decir, la conciencia se volvió un sustrato lícito de la investigación científica. En esos términos, ¿donde está la frontera entre lo oficial y lo alternativo? Hace mucho tiempo que esa frontera dejo de existir.

Por eso no se trata ya de obtener el reconocimiento de otros estamentos sino de saber que nuestro marco de acción es el de una sola humanidad que requiere una medicina más humana, es decir, más integral.

Soy muy optimista respecto del porvenir pues la nuestra será una cultura de salud fundamentada en la integración de todos los territorios terapéuticos, de tal manera que no habrá competencia entre la medicina occidental y la oriental, entre la natural y la tecnológica, entre las “duras” y las “blandas”.

Lo oficial será en el mundo no sólo lo vigente en el plano académico o económico sino también -y sobre todo- lo culturalmente vigente ya que los sistemas médicos, con sus territorios terapéuticos, no son sino estrategias de supervivencia de las culturas.

Se puede ser blando con un bisturí o duro con un medicamento homeopático. Eso depende de nuestra propia humanidad como terapeutas.

Conozco muchos médicos “convencionales” que dieron ya el salto hacia una ciencia médica con conciencia; y a muchos médicos “alternativos” que siguen anclados a un paradigma que no ve en la vida más que un conglomerado molecular con sus correspondientes emisiones electromagnéticas.

¿Según su planteamiento, cómo definiría la enfermedad?

Cuando nacemos empezamos a morir. Pero nacer y morir no son más que fases diferentes del continuo vivir. Así como morir y vivir no son opuestos, la salud no es lo contrario de la enfermedad.

Muchos enfermos sintomáticos están más sanos que aquellos que no han tenido el maestro de la enfermedad para aprender el significado del vivir.

No hay nadie totalmente sano pues todos, ya al nacer, estamos incubando algún tipo de enfermedad. La salud no es un estado, es una tendencia, una condición relativa que puede ser definida como una cualidad esencial ligada al ser, que se revela como integridad.

No tenemos más o menos salud: somos más o menos saludables en la medida en que somos más o menos íntegros. En ese sentido la enfermedad es pérdida de integridad, revelada como disolución del ser en cualquiera de sus vehículos o estados de conciencia, sean estos físicos, emocionales, mentales, o espirituales.

Pero frecuentemente, la enfermedad al permitirnos despertar, reconocernos más allá de las apariencias y avanzar hacia un estado más incluyente de la conciencia es, paradójicamente, el mejor agente de la salud.

¿Cuál es para usted el concepto de medicina bioenergética?

Es una actitud hacia la vida fundamentada en una visión del mundo que no sólo concibe cascadas de causalidad sino que acepta tendencias de probable finalidad.

Es una práctica de la medicina que no sólo reconoce la validez de la observación objetiva sino que reivindica la necesidad de una aproximación subjetiva al hombre cuya desarmonía se arraiga frecuentemente en la profundidad de sus emociones.

La Bioenergética implica rescatar para la medicina al hombre, esa humanidad viva en terapeutas y pacientes. Porque sólo una ciencia médica con sujeto puede tener objeto.

La Bioenergética ha propuesto el rescate del sujeto en su plena integridad volviendo a integrar aquello que descuartizamos en nuestra loca carrera hacia las subespecialidades.

Desespecializar, integrar y rescatar ese territorio de la conciencia donde tienen plena vigencia las sincronicidades y las correspondencias es la propuesta de la Medicina Bioenergética.

¿Es la figura del terapeuta un INTERFASE o puente entre el paciente y la enfermedad?

La enfermedad no es algo externo que le sucede al paciente sino que forma parte de su estilo de vida, de su actitud hacia el mundo, hacia sí mismo. Esta relacionada con la imagen que tiene de sí. 
El terapeuta está ahí para que el paciente se mire y se reconozca. Para que reconozca la otra mitad de sí mismo sumergiéndose en ese océano interior que esconde su verdadero potencial: el de un sanador interior.

El terapeuta es el catalizador de un proceso de conciencia, de un despertar interior que permite al paciente recuperar su poder; el de su propia conciencia. Y esto no es simplemente el arte de sobrevivir o soportar la enfermedad, es también el arte de liberarse, de desprenderse, de desapegarse, de morir descubriendo en todo el proceso la continuidad de la vida. La gente no busca un técnico.

En su inconsciente añora encontrar al amigo, al hermano, al sacerdote, al consejero, a la madre que la vida le negó…un hombro para llorar, una sonrisa para compartir, una llama para encender la tea de su propio corazón. La terapéutica es música en la cual uno apenas pulsa la cuerda sensible para que el paciente reconozca su nota y su lugar en el concierto de la humanidad.

¿Quién puede ser sanador? Qué cualidades debe reunir?

Todos, en cada instante, cuando el milagro de la vida se reconoce, cuando la sinfonía de la integridad se restablece, participamos del arte sublime de sanar. Toda relación humana puede ser terapéutica si se fundamenta en la comprensión amorosa. El sanador debe tener ante todo pureza magnética, lo cual significa honestidad a toda prueba.

Esto es, coherencia en su pensar, en su sentir, en su actuar; es decir integridad. Somos íntegros cuando somos honestos, cuando somos lo que somos. Y desde ese ser, nuestro ser, somos de la misma esencia de todos los seres y, por ello mismo, sanadores.

Se sana la vida revelando el ser, esa esencia permanente que no muere con la muerte pues es cauce de todas las corrientes. Un buen carácter, una motivación transparente, una genuina devoción por el alma, un deseo ardiente de servir y, por último, aunque no menos importante, un adecuado entrenamiento son algunas de las cualidades de un buen sanador.

¿Qué tipo de patologías trata más frecuentemente con la terapia bioenergética?

En general, todas las enfermedades crónicas son susceptibles de mejorar con esta terapia. Lo cual no significa que esta sea una panacea o simplemente mejor que cualquier otra terapéutica.

La mejor terapia es la que le sirve a nuestro paciente, cualquiera sea su nombre o su procedencia. ¿Qué paciente sufre la enfermedad? ¿En qué terreno ha germinado la misma?

Son preguntas cuyas respuestas son más importantes para la Bioenergética que el tipo de enfermedad que sufre el paciente. Una enfermedad no es una entidad con existencia propia, forma parte de alguien y ese alguien nos importa mucho más que la “entidad nosológica” de la enfermedad.

¿Según últimas tendencias la enfermedad no sería sino la manifestación de conflictos emocionales, pero sin eliminarlos, puede haber sanación real y duradera?

Curar tiene que ver con el alivio de los síntomas. Sanar se refiere a rescatar la integridad aprendiendo la lección del evento físico, emocional o mental que origina la desarmonía. Más que modificar o eliminar el conflicto emocional se aprende la lección de éste revelándose como un maestro.

Cuando aprendemos la lección ya no hay conflicto puesto que lo que eran opuestos ahora son complementarios. Se restablece la armonía interior cuando somos aprendices pues el médico interior, el verdadero sanador, es siempre un aprendiz.

Así, es posible estar sanos aunque tengamos alguna enfermedad y es posible seguir enfermos aunque nos hayamos curado de algún mal por la supresión o eliminación de un conflicto emocional; y es que la eliminación o modificación de éste, aunque nos libere momentáneamente de los síntomas, no nos libera de su repetición si no hemos aprendido la lección.

Sanarse es aprender; de la misma manera en que el sistema inmune aprende la lección de los gérmenes, nuestra conciencia aprende la lección que nos trae los conflictos emocionales. Las enfermedades pueden ser reediciones o reiteraciones del mismo conflicto emocional básico de nuestra infancia por lo que hasta que no aprendamos realmente la lección, estamos condenados a reeditar la fricción del conflicto en el seno del cuerpo.

Es tan importante la auténtica sanación emocional que en más de veinticinco años de práctica clínica he llegado a la convicción de que en el núcleo de la inmensa mayoría de las enfermedades crónicas existe un conflicto emocional no resuelto.

¿Cuánto tarda el órgano en recuperarse cuando se aplican las terapias bioenergéticas?

Aunque los síntomas físicos tarden en aparecer, un shock traumático emocional que se vive sin la protección amortiguadora de una red de soporte emocional adecuada incide sobre la energía y la función del órgano respectivo así como en su representación cerebral inmediatamente. Asimismo, la terapia adecuada incide sobre toda la cascada de eventos relacionados con la enfermedad de una manera sincrónica.

Esto no quiere decir que siempre sea posible la restitución anatómica pues existe un status de no retorno en el cual las lesiones asumen el carácter de irreversibles. Siempre es necesario un sustrato, un cerebro para procesar y transmitir las señales, una reserva orgánica para sostener las funciones.

Por tanto, aún con el estímulo energético adecuado muchas enfermedades crónicas no remiten aunque se puedan presentar mejorías en su evolución y pronóstico.

El tiempo de respuesta varía en función del tipo de estímulo y la condición del paciente pero va desde el efecto inmediato hasta el que se instala lenta y progresivamente en el curso de varios meses.

En casos excepcionales hemos visto la restitución anatómica allí donde nuestros conocimientos médicos convencionales decían que era literalmente imposible; lo que nos revela que más allá de materia y energía hay un lugar de la conciencia en el cual la enfermedad por avanzada que esté, puede ser reversible.

Este es el territorio de la sanación espiritual, en el que el alma del paciente, el sanador interior, es el actor principal.

¿Es cierto que el corazón es el gran regulador de los ritmos biológicos y que el cerebro y todo el funcionamiento orgánico se adecua a este órgano?

El corazón produce un campo electromagnético cinco mil veces más potente que el del cerebro. Este campo es la onda portadora de todas las demás actividades eléctricas, lo que explica que en condiciones de registro adecuado el electrocardiograma se pueda captar en cualquier parte del cuerpo.

Así, por ejemplo, en la cabeza se puede captar el electroencefalograma como una pequeña oscilación que “va a caballo” sobre la onda electrocardiográfica.

En el abdomen de la mujer gestante se podrá registrar el electrocardiograma de la madre y, por encima, el del feto. El grado de coherencia de la actividad cardiaca, medida por la variabilidad de frecuencia en el tiempo, es hoy una medida objetiva de estados interiores.

Así, un estado genuino de amor impersonal produce una mínima variabilidad de la frecuencia cardiaca con una máxima coherencia que, a su vez, se refleja en una capacidad incrementada para actuar sobre otros sistemas vivos.

En ese estado de coherencia interior, el amor impersonal se manifiesta en la capacidad de sanar. Los investigadores norteamericanos de estos fenómenos -los cuales no son propiamente alternativos- han llamado al corazón “el oscilador eléctrico maestro”.

Al parecer, el bazo es un gran acumulador de energía, quizás el más importante que tenemos. Pero, además del bazo, ¿hay algún otro órgano especializado en procesar la energía? ¿Y qué pasa si se extrae el bazo?

El prana o energía vital entrante al sistema pasa a través de los chakras del bazo adecuándose a la frecuencia de cada uno de los chakras o centros mayores de energía. Los chakras- palabra sánscrita que significa rueda- son, como usted sabe, los vórtices energéticos que captan y distribuyen la energía etérica por el organismo.

Pero cuando hablamos del bazo, como de cualquier órgano en medicina Bioenergética, no solo nos referimos a su componente físico sino básicamente a la unidad etérica. Un órgano extirpado sigue teniendo existencia desde el punto de vista energético; por eso se puede experimentar dolor en un miembro amputado y es posible tratar con un color o un sonido la contraparte etérica del miembro u órgano faltante y mejorar situaciones clínicas como el síndrome del “miembro fantasma”.

De hecho, todos los átomos del organismo se renuevan. A pesar de lo cual, la memoria de la función y la distribución- el patrón de organización -permanece. La memoria de nuestro cuerpo está en el campo de energía etérico y este- mientras vivamos -mantiene la plantilla o molde que permite la constancia de la distribución y ordenamiento de las energías en su seno.

¿Los canales por donde circula la energía etérica son detectables con la tecnología actual?

A la luz de los conocimientos actuales, la realidad eléctrica, fisiológica e histológica de los puntos de acupuntura es hoy indiscutible.

Como vías de menor resistencia eléctrica de posible conducción de corriente directa la existencia de los meridianos esta aún hoy sujeta a discusión aunque la prueba clínica de su vigencia después de milenios es, sin duda, más importante que la probable constatación biofísica.

Si asumimos fenómenos vitales que ocurren por fuera de los límites de nuestra física convencional, como las ondas no hertzianas, no podremos obviamente esperar que las registremos con instrumentos para medir ondas electromagnéticas convencionales.

Nosotros los occidentales no nos preguntamos tanto si una cosa funciona o no sino como funciona. Y si no encontramos el como negamos el hecho. Es la tiranía de la lógica como único uso de razón la que nos ha llevado a posturas a veces irracionales.

No tenemos que esperar la bendición del método científico para disfrutar el milagro vivo de la vida cada segundo. La vida se demuestra a sí misma en el ojo el científico que intenta descubrirla detrás del microscopio.

La conexión entre el chakra del plexo solar y el corazón parece ser la clave de la salud y la enfermedad por cuanto controlan el mundo de las emociones. ¿Es eso así?

Juntos, el plexo solar y el cardíaco constituyen un comando magnético procesador de las energías provenientes del cuerpo emocional.

Cuando la polaridad emocional se orienta a la satisfacción de las ambiciones del pequeño yo personal, las energías así generadas se dirigen hacia el plexo solar y son procesadas por el páncreas, el estómago y el hígado; y a través de estos órganos inciden sobre todo el tracto intestinal.

Buena parte de nuestras enfermedades en la práctica clínica afectan vísceras y órganos adscritos al plexo solar expresándose como gastritis, úlceras, desórdenes biliares, colitis, alteraciones digestivas, etc., que además de los factores conocidos por los médicos tienen un motor oculto en actitudes emocionales dirigidas a saciar apetitos individuales que se reflejan en un estilo de vida consagrado a la expansión del propio territorio.

Esto ocasiona una congestión energética crónica en los órganos adscritos al plexo solar y se refleja en hábitos alimenticios inadecuados. La congestión del plexo solar no puede hacerse sino a costa de disminuir el flujo de energía hacia el cardíaco y entonces el corazón y el sistema inmune empiezan a sufrir.

Multitud de problemas inmunes y cardíacos tienen su génesis en desordenes emocionales que, al afectar el plexo solar, terminan afectando también al timo y al corazón.

Podríamos simplemente adecuar la dieta, pero olvidamos que no somos lo que somos por lo que comemos o bebemos, sino que comemos lo que comemos por lo que somos. Ese ser se revela en actitudes hacia la vida y es allí donde podría realizarse el cambio.

El cambio de actitud consiste en que, en lugar de peguntarnos que espero yo de la vida - actitud de pedir que nace del plexo solar- nos preguntemos, que espera la vida de nosotros - actitud de servir que nace del corazón - Cuando somos lo que somos por lo que a la vida le podemos dar y no por lo que podemos poseer y retener tiene lugar un cambio fundamental en nuestra evolución: ascendemos en nuestra humanidad, centrada en nuestra más grande riqueza, nuestra capacidad de dar.

El cuarto centro o chakra cardíaco es el territorio de la comprensión amorosa, actitud desde la cual podemos sanar nuestras relaciones. Y sanar las emociones y las relaciones es la clave para llenar la vida de sentido.

Por último, quisiéramos preguntarle por algo que forma parte de muchas terapias Bioenergéticas: los medallones, las piedras, las gemas… colocadas sobre el plexo solar o sobre el corazón, ¿tienen realmente validez terapéutica? ¿Cree que las formas circulares o esféricas- ondas de forma- producen efectos curativos?

Lo que uno piensa de una cosa es más importante para la salud que la misma cosa. Cuando se utiliza un medicamento que normalmente provoca el vómito diciendo a los pacientes que es un medicamento para evitarlo, el efecto de su creencia supera la de la sustancia en sí y el vómito es controlado por la mayoría.

El sistema nervioso y el sistema inmune también “creen”.
Así nació la Psico-neuro-inmunología, ciencia que describe y utiliza las interacciones entre el sistema nervioso, las emociones y actitudes, y el sistema inmune.

Cuando se asocia sacarina con un tóxico para el sistema inmune al dar luego exclusivamente sacarina, el sistema inmune reacciona como si esta fuera muy tóxica.

Lo mismo sucede con amuletos, piedras, etc. Además de su acción intrínseca- que puede o no existir-, lo más importante es la conciencia sobre ellas.

Un amuleto, un medallón, o una piedra pueden no ser más que un símbolo externo de una conciencia interior. De ahí deriva su poder. Poder que puede ser más fuerte sin la piedra porque, en última instancia, lo que es significativo se inscribe profundamente en nuestra conciencia y deja sus huellas en el cuerpo.

Una forma, un símbolo,- por ejemplo, la cruz-, un mandala, un mudra, una postura da hatta yoga, un mantram o una oración pueden ser muy poderosas si se asocian a un profundo sentir interior, a una conciencia viva anclada en el corazón. De lo contrario, serán simplemente cosas inocuas.

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