Durante el siglo XX, la selección está dominada por “la hibridación”, las supuestas “variedades híbridas”, la fabricación de los clones heterocigotos. Hojear el catálogo de una empresa semillera u observar la sección “semillas” de una jardinería permite comprender que ahora casi todas “las variedades” son “híbridas”.
El interés de tales clones -para el seleccionador - está en que éstos no conservan sus caracteres de una generación a la siguiente. En otros términos, los clones heterocigotos pierden en el campo del agricultor los caracteres que habían incitado a este último a comprarlos.
La empresa semillera seleccionadora realiza de este modo su objetivo: separar la producción que pueda quedar entre las manos del agricultor, de la reproducción que se convierte en su monopolio.
El agricultor debe entonces comprar cada año las semillas de los clones heterocigotos que él cultiva. Las “variedades híbridas”, es ya Terminator, pero Terminator mistificado en método de mejoramiento.
Terminator es esta técnica de manipulación transgénica patentada en 1998 por la investigación de Estado Estadounidense en “sociedad” con una firma privada para producir plantas cuya descendencia sea estéril.
Es el mayor triunfo técnico de la biología aplicada desde hace 150 años, fecha en la que aparecen los primeros seleccionadores profesionales de plantas, pero es también un fracaso político, ya que, revelando el objetivo final que impone la Economía - la esterilización de los seres vivos para crear una nueva fuente de ganancia - Terminator ha precipitado el hundimiento de las supuestas «ciencias de la vida».
Esta separación se basa en la ley de segregación de Mendel, “redescubierta” en 1900. Esta ley indica que un organismo heterocigoto (habiendo recibido de sus padres, genes o alelos diferentes) autofecundado pierde en la siguiente generación la mitad de su heterocigotismo.
Un clon heterocigoto se autodestruye en el campo del agricultor puesto que todas las plantas son genéticamente idénticas y, entonces, todo sucede como si tuviera lugar una autofecundación.
Utilizando una metáfora informática: el “programa genético” (la capacidad de reproducción en un determinado medio), se destruye a partir de la primera utilización, obligando así al usuario a que compre de nuevo el programa.
A partir de 1908, un biólogo (el término genetista aparecerá un poco más tarde) americano llamado, Georges Shull, propone extender al maíz la técnica de clonación de Le Couteur.
En su primer artículo fundador, presentado ante la Asociación de Seleccionadores Americanos (American Breeder's Association), Sh
Lo hace discretamente ya que él no puede clamar que el seleccionador tiene por objetivo esterilizar, por decirlo así, sus obtenciones.
El vocabulario juega aquí de nuevo un papel esencial de mistificación de la realidad. La técnica de clonación que propone Shull consiste en reemplazar una variedad libre (que el agricultor puede volver a sembrar libremente) por clones propietarios o cautivos.
He podido desmontar las peripecias que han conducido a la adopción del término falso «variedad híbrida» para designar a estos clones cautivos, como por ejemplo, el acuerdo confidencial de 1910 (revelado en 1942) entre los dos genetistas estadounidenses especialistas del maíz, Shull e East para imponer la técnica revolucionaria de la que se disputaban la prioridad.(1)
Estos científicos poderosos, profesores en las prestigiosas universidades de Harvard y Yale, fundadores en 1916 de la revista Genetics de la cual uno de ellos fue editor, durante los primeros diez años, logran imponer esta técnica en el escenario americano. (2)
¿«Variedad híbrida»? ¡Estas no son variedades, son clones!
En cuanto a la hibridad de estos clones, no tiene ninguna relevancia, puesto que el método vale, sea cual fuere el modo de reproducción de la planta. Estos clones extraídos de una variedad son, evidentemente, ni más ni menos híbridos que cualquier planta de maíz de la variedad.
¿Qué manipulación de la realidad disimula esta manipulación del lenguaje?
Desde que G. Shull propuso en 1914 su concepto de heterosis (la hipótesis de que un cruzamiento es en sí mismo favorable, por la razón que sea), el adjetivo “híbrido” permite al Genetista creer y hacer creer al seleccionador y a todos, que se trata de usar las virtudes inexplicadas e inexplicables (cosa que deploran tantos especialistas, en particular a raíz del último gran simposio internacional dedicado a «La heterosis en las culturas» que tuvo lugar en 1997, organizado por el Centro Internacional para la Mejora del Maíz y del Trigo, en México) de la hibridad del maíz y de "la heterosis" para mejorarlo, cuando en realidad esta hibridad clonal, en cierto modo, lo esteriliza.
La inversión semántica de la realidad alcanza aquí una perfección orweliana.
Para Shull e East se trata de sustituir a la cuestión real - la cuestión de variaciones interclonales disponibles para el seleccionador y por consiguiente, del mejoramiento posible por medio de la clonación que es una cuestión científica a la que se puede aportar una respuesta - una cuestión esotérica insoluble en aquel momento y que continúa siendo supuestamente insoluble.
Podemos comprenderlo de esta manera: esas variaciones interclonales son reducidas y las ganancias que se pueden obtener de la clonación del maíz son, por consiguiente, reducidas.
En otros términos, el método de Shull es un método de expropiación. Es el primer Terminator pero cuidadosamente mistificado por la genética.
Evidentemente es mejor disertar interminablemente sobre las supuestas virtudes de la heterosis y el origen del “vigor” del maíz que sobre la realidad de la clonación del maíz y de este modo, hacer que se adopte la bombilla de la expropiación para colocarla en la linterna del mejoramiento.
En 1922, en nombre de esta misteriosa heterosis, los Wallace (Henry Cantwell Wallace era ministro de agricultura del gabinete Harding. Su hijo Henry Agard fue productor de semillas de maíz durante los años 1910.
También será ministro de agricultura de Roosevelt durante el New Deal y su vicepresidente durante la guerra) imponen la clonación a los seleccionadores americanos recalcitrantes que habían tenido el sentido común de no dejarse mistificar por el esoterismo científico de la heterosis. Algunos habían intentado, de buena fe, el método de los “híbridos” de Shull/East pero, evidentemente, sin éxito.
¿Para qué destruir el maíz por medio de generaciones de autofecundación con la esperanza de que se produzca una mejora en las plantas debilitadas? ¿No es esto lo contrario de los dos grandes principios «Breed from the best» y «Like engenders like»?
Para abreviar, en 1922, el golpe de fuerza «lyssenkista» de los Wallace permite eliminar a los seleccionadores que rechazan las luces de la heterosis y reclutar un nuevo cuerpo de seleccionadores para aplicar un programa masivo y coordinado de la clonación del maíz.
Es una innovación mayor en un sistema muy descentralizado de investigación. Todos los clonadores de Estado, ( en 1936 son unos cien trabajando en esto) son directa o indirectamente alumnos de East, formados - o más bien formateados – de acuerdo a los misterios de la heterosis.
Estos clonadores de Estado, notémoslo, no tienen otra opción. La tarea política que los Wallace les asignan consiste en hacer que triunfen las «variedades híbridas» y no discutir ni cuestionar los fundamentos genéticos y epistemológicos. Actuar de manera científica crítica y oponerse a Henry Cantwell Wallace, en la cumbre de su poder, habría sido suicida.
Cuando, después de aproximadamente quince años de esfuerzo, los clonadores de Estado consiguen, al final de un trabajo tenaz de selección, extraer clones superiores de variedades cultivadas por los agricultores y dejadas en su estado energético del final de los años 1910, la mistificación se vuelve impenetrable.
¡Ellos creen que los millones de toneladas suplementarias son debidas a la heterosis! ¡Ya sólo falta generalizarla a las plantas así como a los animales!
Las ganancias que uno puede esperar de la clonación del maíz son reducidas y los costes de tales ganancias son astronómicos, como ya he escrito.
Sin embargo, el rendimiento del maíz ha sido multiplicado por cuatro desde la guerra y este aumento ha coincidido con la introducción de “las variedades híbridas”: entonces, la hibridad del maíz es la causa de estas ganancias.
Este razonamiento pre-galileo sigue vigente todavía - ¡exactamente como si la observación de la rotación del sol alrededor de la tierra demostrara que es realmente así! La realidad es diferente.
Los seleccionadores públicos han mejorado las variedades de maíz por medio de la selección y han sacado, de esas variedades mejoradas, clones mejorados - ¡vendidos por empresas privadas a un precio astronómico!
En el año 2000, Pioneer, la empresa fundada por los Wallace con un capital de 7600 dólares ha sido revendida por 10 billones de dólares a Du Pont, el químico y fabricante de agro-tóxicos. Cada dólar invertido en 1926 se ha multiplicado por consiguiente 1 500 000 veces.
Nadie disputará que el capital invertido se reproduce y se multiplica con exuberancia a favor del seleccionador con tal de que la planta no pueda hacerlo en el campo del campesino.
En el siglo XX, los clones heterocigotos (las “¡variedades híbridas”!) se convierten naturalmente en la vía real de la selección, bien sean las especies alógamas (con fecundación cruzada - como es el caso de los animales) o autógamas (autofecundadas), pero estos esfuerzos lograron un éxito mitigado en las autógamas.
El trigo demostró ser refractario a esta “hibridación” a pesar de un largo esfuerzo a lo largo de unos sesenta años. Un investigador del INRA anuncia en 1986, en la revista La Recherche, que «el trigo híbrido va a salir del laboratorio».
El Ministerio de Agricultura (de Francia) ha financiado entonces un programa importante de trabajos para ayudar en este parto difícil.
Pero el trigo “híbrido” afortunadamente sigue estando en los laboratorios. Y así, por una sencilla razón, casi evidente, que está relacionada con la tasa de multiplicación de la especie (3): el programa fue un fracaso total.
En cuanto a la colza «híbrida», anunciada ruidosamente por el Inra en 1996 con motivo de su quincuagésimo aniversario, ha sido un fracaso. Pero la monomanía de la heterosis ha vuelto ciegos a los genetistas y seleccionadores para ver ese aspecto que determina el éxito de su empresa de expropiación.
La historia de las “variedades híbridas” de maíz pone en evidencia otra condición de éxito. Para tener éxito, “la hibridación”- es decir la expropiación, que sólo puede traer una mejora por caminos tortuosos – debe eliminar las técnicas de mejora.
Acabamos de ver cómo los Wallace eliminaron, en nombre de la heterosis, la mejora por medio de la selección de variedades libres y a beneficio de los clones cautivos y cómo la inmensa inversión del estado en esos clones cautivos ha asegurado su triunfo final.
El Estado ha permitido la autorealización de la profecía científica de la heterosis. Pero esta dimensión escapa completamente al Genetista, inmerso en su mundo a-histórico irénico.
Pero no escapa a todos. En 1997, cuatro seleccionadores sur africanos del trigo híbrido revelaron el secreto durante el simposio internacional organizado en México en el Centro Internacional de Mejora del Maíz y el Trigo (CIMMYT) con el título: «La heterosis (traducir: los clones cautivos) en las culturas»:
«La posibilidad de producir trigo híbrido ha suscitado el mismo entusiasmo que por las demás especies. A pesar del éxito extraordinario para estas otras especies no se ha logrado, en treinta años, vender híbridos de trigo.
Esta desafortunada situación se debe al éxito de una investigación pública muy competitiva que ha logrado mejorar regularmente el trigo por medio de técnicas y procedimientos convencionales.»(4)
¡Claro! hacer clones cautivos exige convertir en autógamas las plantas que son naturalmente alógamas, y convertir en alógamas las plantas que son naturalmente autógamas!
Tarea titánica que exige décadas de trabajo y cuyo éxito implica eliminar los métodos de mejora que sirven gratuitamente al interés público para asegurar el éxito de métodos de expropiación que sirven a los intereses privados.
La ideología genética - la heterosis - tiene esta función (5). Poco importa que los científicos que se ilusionan así sobre su rol, sean, por decir así, víctimas del síndrome “Puente sobre el Río Kwaï”.
Las semillas de variedades libres de maíz costarían el equivalente de 15 kilos de maíz por hectárea más algunos gastos de preparación. Las de los clones cautivos cuestan el equivalente de 15-18 quintales por ha, cien veces más, para algo que no habría podido obtenerse más rápidamente.
Si aplicamos esto a los 3,5 millones de hectáreas de maíz cultivados en Francia, este coste adicional representa el presupuesto del Inra. Y pura pérdida para nuestros agricultores. Además, el precio de los clones cautivos es en Francia tres veces más elevado que en el mercado norteamericano, incluso cuando estos clones son idénticos.
Lo que permite presuponer que este mercado estaría muy lejos del ideal de ¡«concurrencia libre y no falsificada »!
La prioridad de una investigación agronómica pública sería poner a disposición de los agricultores variedades libres que les permitan escapar de las garras de las empresas semilleras.
Pero la investigación de Estado tiene por objetivo crear «la propiedad industrial» en el marco de un Genoplanta muerto-nacido (El Genoplanta es un programa Francés de investigación genética).
Para resumir: ¡sólo los genetistas bajo influencia, prisioneros de su esoterismo disciplinario, aislados, cortados de la agronomía y de la biología, pueden creer que mejorar a los seres vivos exige el impedirles que se reproduzcan en el campo del campesino!
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