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martes, 13 de enero de 2015

Ecoaldeas y Permacultura, otra forma Natural de Vida...

http://buenasiembra.com.ar/ecologia/articulos/que-es-permacultura-818.html

La flor de la permacultura

Las evidencias arqueológicas demuestran que el modelo social original de los seres humanos consistía en juntarse en pequeñas “bandas” o clanes, de tipo igualitario, con relaciones estrechas entre sus miembros y muy cercanas a la Naturaleza.

Hoy en día necesitamos reinventar conscientemente formas de vida en común armoniosas y cooperativas. Por eso, sembrar, cultivar y construir comunidades y redes de comunidades son pasos fundamentales hacia un futuro más habitable y sostenible.

En tanto que prototípicos “centros de vida y aprendizaje”, en los que personas procedentes de culturas diversas y de diferentes líneas espirituales y situaciones económicas exploran la comunión sinérgica de abrazar juntos la diversidad, las ecoaldeas inspiran una nueva cultura global de paz y prosperidad.

Al generar una base cada vez más amplia de apoyo mutuo, respeto y amabilidad, podemos liberar el potencial e ingenio humanos para que trabajen en beneficio de todos. Si somos capaces de crear una cultura de paz entre nosotros, empezando por nuestros grupos locales, entonces, cualidades de tan positivos efectos tan positivos como la amabilidad, la confianza y la buena voluntad, tendrán una oportunidad para crecer y multiplicarse.


La industrialización y el sistema económico global han traído consigo un incremento en el consumo y un sentido de independencia; pero esto también ha venido acompañado por efectos secundarios desagradables y perniciosos, como son el individualismo predatorio, el aumento de la alienación social, una adicción cada vez mayor y el desmoronamiento de la familia.

El Sur global, en el que todavía se conserva gran parte del tejido social tradicional, tiene aun lecciones que enseñar al Norte. Puede que la organización social de la aldea tradicional, todavía viva en muchas partes del mundo, sea el modelo más sostenible a emular.

Quizás una gran parte del segmento menos consumista de la población mundial logre evitar el actual estadio de desarrollo super-individualista e industrializado y salte directamente a un futuro post-industrial basado en el conocimiento, el cooperativismo y la interdependencia entre ecoaldeas. Esta es una buena razón para insistir en la educación y el intercambio global como estrategias para una sociedad post-petróleo.

Una de las principales razones por las que la gente se siente atraída por la forma de vida de las ecoaldeas es la posibilidad de aumentar sus relaciones y oportunidades sociales. De hecho, éste podría ser el principal valor de las ecoaldeas.

Dentro del contexto de comunidad que ofrecen las ecoaldeas, los residentes disfrutan de numerosos beneficios que no tiene el inquebrantable individualista; beneficios como el de contar con un lugar seguro en el que criar a los hijos, en el que diferentes adultos pueden servir como modelos; disponer de más tiempo para la familia y para los amigos y dedicar menos tiempo a trabajos estresantes o a moverse de un sitio para otro; tener más oportunidades para crear negocios caseros o industrias artesanas, posiblemente en colaboración con amigos de la comunidad; a los padres les resulta más fácil integrar sus actividades profesionales con el cuidado de los niños; se tienen más oportunidades para dedicarse a actividades creativas como la música y el teatro, con tus vecinos; se pueden organizar regularmente comidas compartidas; es posible compartir oficinas, tiendas y otros espacios de recreo, lo que significa menos compras, menos gastos y, por tanto, no tener que ganar tanto; las asociaciones políticas a menudo tienen su centro en la propia ecoaldea; la gente se siente satisfecha con sus relaciones sociales, por lo que disminuye dramáticamente el consumismo y las adicciones; las ecoaldeas facilitan también la integración de las personas con diferentes capacidades, de los ancianos y de otros grupos de riesgo, de manera que éstos pueden disfrutar de una vida más plena e intensa.

No es de extrañar que nuestros antepasados se organizaran espontáneamente en pequeños grupos, manejables y responsables; las necesidades humanas básicas se satisfacen mucho más fácilmente de esta manera y queda más tiempo de ocio. Lo cual no quiere decir que la vida en comunidad no suponga trabajo.

De hecho, requiere un comportamiento vigilante y una mayor conciencia de las necesidades e idiosincrasias de otros. A las personas educadas en el paradigma hiper-individualista les cuesta aprender las sutilezas de esa relación constructiva, respetuosa y mutuamente beneficiosa, que se da en comunidad.

Al principio, y mientras uno se habitúa a ello, puede suponer un gran esfuerzo, hasta que finalmente se terminan reconociendo estas cualidades como parte de la herencia humana, como parte de nuestra condición humana. Construir comunidades cooperativas, armoniosas y socialmente saludables en un entorno no tradicional supone una labor cuyos inmensos retos no deben subestimarse.

Recuperar las conexiones perdidas, superando estancadas barreras de incomprensión y mala comunicación, exige una firme intención, clara y pacífica. Una de las razones más comúnmente citadas cuando un proyecto de ecoaldea o comunidad intencional se viene abajo es el conflicto.

Por ello, para crear comunidades exitosas es necesario entrar en un proceso de curación en el que, dejando de lado los tradicionales ciclos de dolor y violencia que recorren la historia humana, asumimos nuestra responsabilidad para comenzar de una manera diferente.

Este proceso de curación es necesario, y las habilidades sociales constructivas y curativas que precisamos se pueden enseñar y aprender.

Podemos desarrollar unas relaciones humanas pacíficas y productivas como resultado de una elección consciente y deliberada, sin tener por qué dejarlas al azar o al capricho.
Este es uno de los temas que se verán en el curso de diseño de ecovillas.
Más info http://goo.gl/v14Wdl

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