Construyendo deuda social y pobreza
(*) Evelyn Pallotta
En el año 2009, el 33% de las catástrofes ocurridas en Latinoamérica y el Caribe fueron inundaciones; asimismo, el 70% de las catástrofes respondió a los efectos del cambio climático. Para darnos una idea sobre los cambios, hace 20 años el porcentaje de ocurrencia de este tipo de catástrofes era sólo del 20%, el acumulado de agua de lluvia en noviembre registrado este año en la estación meteorológica de la UCV fue de 407,3 mm, superando el record registrado que era de 288 mm. Los eventos hidrometeorológicos cada vez se hacen más frecuentes y más intensos siendo su ocurrencia, acompañada de estas cifras, un indicador de que el cambio climático sigue avanzando.
De aquí y de allá
Actualmente, los acontecimientos en pleno desarrollo en este continente nos muestran que no sólo Venezuela se encuentra golpeada por fenómenos hidrometeorológicos sino que también lo están Colombia, islas del Caribe y el istmo sur de Centroamérica; es un fenómeno global en la zona del Caribe y su área de influencia. Mientras esto sucede por estos lares, en Cancún, México, representaciones de los gobiernos de 194 países del mundo, Venezuela incluida, continúan discutiendo reunidos en la Conferencia número 16 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (abreviada como COP16) y la reunión de las partes del Protocolo de Kioto, sin llegar a acuerdos sobre las acciones a tomar en materia de producción y tecnologías limpias para frenar, prevenir, mitigar y facilitar la adaptación a los efectos de los cambios climáticos y sobre cómo de forma vinculante nos obliguemos a accionar ante el uso de combustibles fósiles, deforestaciones, generación ilimitada de basura, entre otros, para frenar los comportamientos humanos que provocan gases de efecto invernadero.
Unos países apuntan a otros por ser los mayores generadores de gases en su proceso de desarrollo y le asignan la responsabilidad de contribuir en mayor proporción al desarrollo limpio y sostenible de los países menos desarrollados, con derecho a desarrollarse, como un requerimiento de justicia socio ambiental. Entre el ir y venir de misiles verbales y del pensamiento surge una propuesta pragmática que consiste en abordar acciones operacionales concretas para ir avanzando en los acuerdos mientras se llega al tratado legal; avanzar en lo que se comparte promoviendo acciones preventivas como es el caso de la creación de fondos de financiamiento para desarrollar y aplicar tecnologías limpias, en vez de generar financiamiento para “curar” las consecuencias de las malas prácticas y acciones, consecuencias que en ocasiones incluyen el costo impagable en términos financieros de vidas humanas. De seguir con la misma conducta, se prevé que en diez años habrá que invertir hasta un 20% del PIB mundial para reparar daños.
Saldo deudor
En estos momentos en Venezuela está declarado el estado de emergencia en los estados Falcón, Miranda, Vargas y Distrito Capital, están afectados adicionalmente Zulia, Aragua, Nueva Esparta, Mérida y Carabobo. Como resultado de estos más de 10 días de lluvias ininterrumpidas en algunos estados de Venezuela, además de la gran angustia que se apropia tanto de afectados como de no afectados, las autoridades han reportado 39 personas fallecidas; 71 mil personas afectadas; numerosos pueblos aislados; cientos de derrumbes; clases suspendidas en 10 estados; miles de hectáreas de tierra productiva anegadas; toneladas de pérdidas en cosechas de hortalizas; redes de servicios públicos dañadas; actividades económicas asociadas con el ambiente completamente paradas; infraestructura vial, urbana y privada destruida; 61 vías de comunicación dañadas en 14 estados; 114 obstrucciones en la vialidad del país y miles de personas migradas desde sus hogares por pérdidas temporal o permanente de sus viviendas (cifras aún en construcción).
Esta data muestra claramente la fractura social, productiva y ambiental ocurrida, su magnitud y cómo el impacto negativo humano sobre el ambiente se devuelve de nuevo al humano en las diversas formas ya descritas englobadas en la pérdida de vidas humanas, de la cadena productiva, el equilibrio social y el tiempo y recursos necesarios para el desarrollo y avance de un país.
Crudos cruditos
La planificación e inversión presupuestaria en prevención de daños provocados por efectos de gases invernadero, bien sean grandes inundaciones o grandes sequías, es prácticamente nula. Pareciera que no existe aún en la mente de la mayoría de los decisores ni de los ciudadanos el nexo directamente proporcional que hay entre la generación ilimitada de basura, el uso irracional de combustibles fósiles y la deforestación con las inundaciones y sequías extremas cada vez más frecuentes y su combo de consecuencias.
Tampoco existe una política pública traducida en acciones en materia de ocupación territorial, pero sí existen cuencas deforestadas, y posteriormente invadidas formando poblados asentados en sitios no permitidos, con edificaciones precarias y sin servicios; sí existen áreas bajo régimen de administración especial ocupadas donde se realizan actividades deletéreas para el ambiente y también existen planes de contingencia que resultan de la política espasmódica cotidiana “como vaya viniendo vamos viendo”. Se invierten grandes sumas en reparar lo dañado y no en evitar las causas del problema. Menos que menos existe un abanico de políticas públicas nacionales, metas establecidas, estrategias, planes y programas para disminuir la generación ilimitada de basura, el uso irracional de combustibles fósiles y la deforestación, a pesar de que cada vez las circunstancias nos muestran suficientes razones de forma cada vez más drástica que nos aconsejan a voz en cuello ocuparnos de esos menesteres.
La luz al final del túnel
En estos momentos podemos accionar sobre la fase que en atención primaria en casos de desastres se denomina “durante el evento”, pero también debemos trabajar paralelamente para la fase “posterior al evento”: atención médica para la prevención de epidemias o problemas de salud típicos asociados al agua, prevención integral de la violencia, atención psicológica y humanitaria de largo aliento a los afectados, rehabilitación ambiental de los espacios desbastados, entre otros.
Aprovechemos la crisis para renacer con compromiso hacia políticas públicas nacionales, planes estratégicos, programas y metas a cumplir con lógica ambiental, enfocados en la prevención para perder menos y reconstruir menos invirtiendo en solventar las causas del problema, y basados en el concepto de desarrollo sostenible.
Sencillamente tenemos una gran oportunidad para comenzar como dice el catecismo: con contrición de corazón y propósito de enmienda.
(*) Bióloga. Ecóloga. Especialista en análisis ambiental. Actualmente se desempeña como Directora General de Ecología y Ambiente del Estado Miranda
MAS INFO:http://buenasiembra.net/ecologia/articulos/advierten-sobre-mas-catastrofes-por-las-distorsiones-climaticas-516.html
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