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domingo, 10 de abril de 2011

Literatura Joven: La Lombriz y el Ocaso

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Advertencia: Cualquier parecido con la realidad tal vez no sea pura coincidencia.

La lombriz y el Ocaso  (cuento corto)

Transcurrían aquellos plásticos  tiempos del futuro, la tecnología parecía estar  llegando a su final, los seres humanos  cada vez se habían  hecho más insignificantes  por debajo de las maquinas  y la poca vegetación   se asemejaba  a un  rostro triste iluminado por dos o tres pecas agraciadas que  evocaban una mínima esperanza en la expresión natural. 

La abuela rociaba su pequeño huerto de tomates, cebolla,  fríjol y maíz, el único árbol de guayabas que quedaba  parecía dispuesto a reunirse con las nubes y las estrellas, lentamente cada día continuaba su camino al firmamento; en el rostro de la vieja  se desdibujaba una sonrisa extraña.

Días atrás su jardín se había opacado, las flores coloridas se habían  derrumbado y ahora solo una flor gris adornaba aquellos matorrales que en otro tiempo habían inspirado sus pensamientos. Cada una de las arrugas de su cuerpo representaba una batalla  y ocultaban las miles de emociones que habían servido de soporte a su vitalidad.  
Una enorme roca de quien sabe qué tiempo, arrojada quien sabe porque actividad volcánica, parecía ser la que proveía de agua aquellas estériles montañas, que desde sus cimientos expulsaba hilos de agua, apenas si perceptibles al ojo y al oído humano.

Atardecía y el cielo reflejaba matices rojos  que en aquella época eran toda una eventualidad detrás de aquellas montañas que algún día estuvieran pobladas por frondosos árboles e innumerables animales a los cuales se les denominaba  silvestres. En vez de eso un águila de metal surcaba el cielo de vez en cuando y rugía desafiante a su derredor.
La abuela Biela (que en realidad se llamaba Gabriela)  se  detuvo a mirar al cielo y seguidamente a sus tres nietos: camilo y lucho   de 6 y 7 años correteaban al lado de una mariposa extraviada, su nieta Juana  que surcaba los  11  jugaba con un celular  que de vez en cuando expedía sonidos robotizados. Miró de reojo a la vieja y de momento con un gesto de decepción arrojó  el aparatejo hacia una de las columnas de la vieja casona, seguidamente se dirigió cerca de aquellos ojos que la vigilaban amorosamente. Se abrazó a la pierna derecha de su abuela mirando hacia el suelo con la sorpresa de encontrarse una lombriz de tierra asomando por entre las raíces de las tomateras. Dejo  escapar de su garganta  un “eeeh…” cargado de inocencia. Lucho y Camilo se reunieron entorno  a ellas, el silencio hecho pan de cada día en aquella reducida familia se había roto.
La Abuela se sonrojó en el momento en que los tres nietos la miraron con su acostumbrada curiosidad. – les narraré un cuento- dijo con voz suave- ya que no saben de la lombriz de tierra un ser demasiado especial y valeroso como cualquier bestia, guerrero legendario  o felino, que reposan en la vieja biblioteca familiar, pero será luego de cenar unas mazorcas, pues como ven ya oscurece.

Entraron los cuatro con la motivación de resolver el enigma de lo que ha quedado inconcluso. Mientras cenaban se lanzaban miradas inquietas, para cuando ya habían devorado con apetito voraz los alimentos Juana y Lucho reían sin contenerse, contagiando a la abuela y a Camilo que no comprendía muy bien la escena.
La abuela se mordió el labio inferior  y les dijo: - los espero adelante.
Después de sus actividades de limpieza, se dirigieron hasta donde  ella, quien se mecía  en una silla que al parecer era más antigua que la mismísima abuela quien atravesaba los 83 febreros.
- Hace mucho tiempo cuando las mujeres y los hombres no habían llegado a esta tierra vivía una familia numerosísima de  lombrices de tierra, alegres y con paciencia trabajaban los suelos, vivían  al interior de la tierra donde la oscuridad no era un obstáculo para sus labores, pues hacían que desde el fondo se produjera muchísimos nutrientes hasta rebosar la superficie de vegetales y frutas inimaginables en su forma y su cantidad, atrayendo hacia sí  todo tipo de animales, algunos que se trasladaron como vecinos al interior de la tierra y otros que disfrutaban  de los 80.000 colores que habían pintado  las lombrices con ayuda del sol y el agua- los niños  sonreían pues al parecer la exageración de la vieja rodeaba la fantástica historia de una magia ajena a la imaginación de los niños – cuando las lombrices querían divertirse salían a la superficie, charlaban con otros  animales para luego de embriagarse de aquellas sensaciones retornar  a su inframundo no menos maravilloso. 

Luego llegaron los hombres, las primeras familias llegaron a  un acuerdo  con la comunidad de lombrices, que para entonces era una población numerosa denominada por sus buenos vecinos como Lombrilandia,
Las mujeres por su sensibilidad innata dijeron a los hombres que deberían proteger aquel hermoso jardín del edén donde no habían manzanas y las serpientes no eran más que lombrices alegres que solo salían a la superficie en días lluviosos y noches de luna llena. Y así vivieron mucho, cientosmil años en armonía con las lombrices, todos comían, pintaban las estrellas. Tejían la flor del algodón y danzaban  bajo las lluvias cristalinas.
Pero como en todos los cuentos no ha de faltar el villano un día llegaron unos viajeros: los ego maniacos, venían  del otro lado de las montañas y sufrían una extraña enfermedad llamada egoísmo, con síntomas como la ambición, la envidia, el egocentrismo y la mismísima maldad, traían consigo a sus supuestos dioses y pronto comenzaron a edificar sus templos vacíos de naturaleza donde el oro ornamentaba su orgullo, violentaron las familias de estas tierras.

Los que no murieron a sus manos fueron esclavizados y otros pocos se aliaron con la fauna y la flora silvestre al lado del oculto mundo de lombrilandia, quienes también habían sufrido la alteración de su ciclo vital.

En un momento de este cuento, y luego de la encarnizada batalla por vivir , solo quedaba una familia de 7 lombrices, papá y mamá con sus hijos. Los ego-maníacos los buscaron interminablemente hasta encontrarlos y darles muerte con machete y mercurio en mano, no obstante en lombrilandia se albergaba un secreto, guardado con gran celo por el verdadero creador del universo, alguien que no posee nombre, ni ha sido visto nunca por los seres que albergan este planeta, tampoco necesita que lo adoren, pues el es perfecto - la abuela tosió intencionalmente- está algo tarde mañana  acabaremos con el cuento…
Biela la abuela  encontró como respuesta tres pares de ojos atentos pero ningún signo de conformidad con lo  sugerido, rió para sus adentros y prosiguió:
- Cada ser de Lombrilandia había sido dotado de  5 corazones, cada uno con una virtud diferente, el instinto, el amor, la paciencia, el coraje y la astucia, bastaba con que uno de ellos quedara  con el más mínimo latido para rearmar el resto de su integridad; además poseía 6 pares de de riñones para  fortalecer su instinto de reproducción y a la vez nutrir la tierra.
Así que nada que saliera de la lombriz era puro azar, más bien eran sus virtudes tejiendo la vida suya y la de todos los seres que la rodeaban incluyendo sus agresores. 
Por eso sobrevivió Anélida y Anélido, una pareja de lombrices que se encargaron de multiplicar  la fertilidad poco a poco, a pesar de todo aun no recuperan su armonía con la tierra y temen a la luz porque fue a través de ella que hicieron presencia los ego maníacos, desde entonces solo salen algunas a ver el ocaso, justo el momento en el que sol  está a punto de ocultarse, luego viene la oscuridad y  toman un rumbo desconocido hacia adentro o hacia fuera, donde su corazón hecho de instinto, las guía.
Los ojos de los niños brillaron en el relieve de sus rostros y simultáneamente apareció una sonrisa triste y esperanzadora, tal vez querían preguntar algo pero había sido suficiente el relato como para ilustrar sus sueños mientras sentían que su único corazón latía fuertemente en  la inmensidad silenciosa de la noche.
Al día  siguiente la Abuela se despertó justo  al amanecer como acostumbraba, siempre había muchas cosas por hacer  aun en tiempos del futuro, tal vez con más anhelo que nunca porque la vida  en la tierra se estaba extinguiendo   como gasolina hecha humo en  la grandeza de los cielos.

Para su sorpresa sus tres nietos ya estaban   despiertos: Lucho sostenía con gran esfuerzo el rústico azadón arando  lentamente la tierra,  a su vez Camilo recolectaba maíces de grandes mazorcas  que servirían  de semillas, mientras tanto Juana observaba  estupefacta un pequeño pájaro amarillo que había llegado hasta el guayabo e intentaba comer  de una de sus frutas,  no recordaba haber visto un ave  de ese tipo por aquellos lares y aunque no  expedía ninguna melodía ya era suficiente con su presencia para asombrarse.
Hacia el frente de la huerta el jardín  parecía estar esperando el saludo de la abuela, la flor que  días antes hubiese adornado con su matiz gris aquellos suelos se había tornado de un color violeta intenso y se mecía en su tallo al vaivén del viento y el rocío de la mañana. Biela dejó rodar dos lágrimas por su arrugado pero tierno rostro: había amanecido.
René Montoya Pasos  - copyright Ayahuasca en el Muro
Saludos amig@s de Buena Siembra,


Hacemos  parte de una organización de universitarios independientes en Medellín y varias regiones de  Colombia, que a nivel investigativo trabaja por la diversidad de las semillas, conservación de paisajes y el etnodesarrollo en general.

Escribimos para sugerirles la publicación de un cuento, ya sea en su pagina  o en su boletín, el cual estamos recibiendo periódicamente en el correo kadafynet@hotmail.com.

Anexamos el cuento para que sea previamente evaluado por sus editores, 

Gracias por la atención prestada.

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